¡Ya estoy en Casa! Un Escalofriante Relato de Terror
La historia que
narraré a continuación es muy difícil de creer, son de esas historias que te
congelan la sangre hasta darte constantes escalofríos. Jamás creí que mi mejor
amiga de la infancia terminaría de tal manera, su nombre era Luz, recuerdo que
en la escuela era la chica más deseada, quería ser actriz, anhelaba más que
nada poder salir de este pequeño y alejado pueblo, Albees es una hermosa ciudad
rodeada de bosques, pero no deja de ser un lugar demasiado tranquilo para una
chica como luz llena de aspiraciones. Cuando teníamos quince años, Luz fue
elegida como la reina de la primavera y fue la atracción principal en la
carrosa el día en que se celebraba los cien años del pueblo. El hermano del
intendente se fijó en ella, quedó enamorado, Luz me dijo que, aunque él le
llevara más de diez años, haría lo que fuera por salir del pueblo, dejó así a
su novio y enamoró perdidamente a Antonio sólo por su dinero. Pero a los dos
meses de estar con él, una enfermedad contagiosa la tuvo apartada por ocho
meses del resto de la gente, nadie más que su madre pudo tener contacto con
ella. Ambas vivían en una casa muy linda en medio del bosque. Estuve varios
meses sin verla. Cuando se curó, estaba diferente, más distante y fría.
Ángela, la madre de Luz, era bruja en sus años
de juventud, muchas mujeres del pueblo y de pueblos cercanos acudían a ella,
tenía fama de curar enfermedades mediante el uso de hiervas. Algunas mujeres
que habían sido abandonadas por sus esposos concurrían a verla para vengarse de
sus maridos, se decía que Ángela tenía poderes, y estos eran en las artes
oscuras, recuerdo que a veces se internaba en el bosque por días. Ángela era una
mujer agradable, aunque tuviera fama de ser una “bruja del bosque”, como solían
llamarla, había tenido a su hija siendo una mujer mayor, y esta era la luz de
sus ojos.
Con el correr de los años, Luz contrajo
matrimonio con Antonio, tenía por aquel entonces dieciocho años. Luz se
molestaba cuando su madre se quedaba sola en el bosque por días, y comenzó a
tratarla realmente mal, ambas discutían mucho, esto llevó a que ella decidiera
internar a su madre, ya anciana, en el hospital para enfermos mentales. Al
internar a Ángela, su casa en el bosque quedó abandonada. Ella iba a irse del
pueblo al fin, y decidió vender la casa de su madre, se mudó con su esposo allí
para dejarla en condiciones antes de marcharse. Durante diecisiete años fueron
muy felices juntos, él fue intendente del pueblo, pero no duró mucho su
reinado, Luz comenzó a sumergirse en un mundo de codicia, malgastaba su dinero
y rechazaba a sus antiguas amigas, jamás visitaba a su madre, le pidió a su
esposo que la llevara a vivir a Buenos Aires, ya no soportaba ver a las
personas del pueblo, pero por aquellos errores cometidos en el pasado, Luz
debió quedarse para siempre en el pueblo.
Eran cerca de las siete de la tarde cuando mi teléfono me despertó, mi
trabajo nocturno me tenía agotada, no es fácil trabajar en la noche como
mesera, hay mucha gente de paso y hay que saber cuidarse muy bien. Luz me llamó
para que fuera a su casa, dijo que era urgente, su esposo había salido del
pueblo por negocios y para buscar un nuevo hogar, regresaba esa misma mañana,
pensé que quizás me necesitaba para embalar sus cosas, pero su voz del otro
lado del teléfono se escuchó nerviosa. Hacía un mes que no sabía nada de ella,
antes conversábamos por horas.
Caminé hasta allá, atravesé el bosque, este
estaba resbaladizo debido a la tormenta que se había desatado por la madrugada,
noté que no se escuchaban los típicos sonidos de los animales, sólo el crujido
de las hojas y ramas secas al pisarlas. Al llegar comenzó a llover. Toqué
varias veces el timbre, y nada, nadie salía a recibirme, ni siquiera la
empleada doméstica. Empujé la puerta y entré, todo estaba a oscuras, un olor
pestilente me revolvió el estómago, parecía que había entrado al cementerio.
Recorrí la casa, pero no la encontraba. Percibí un sonido, era como una melodía
de una caja de música, de repente oí gritos que venían del sótano, eran
chillidos agudos, bajé las escaleras asustada. En el centro mismo del sótano,
en una silla mecedora, vi lo que nadie podría imaginar ni en sus peores
pesadillas. Luz estaba sentada, y un hombre calvo de más de cien kilos, con un
tamaño considerable, estaba sentado en sus piernas, abrazándola por el cuello
con el brazo derecho mientras se chupaba el dedo gordo de su mano, ella lo
intentaba mecer con la mirada perdida en cualquier lado, él dormía, produciendo
extraños ruidos, era como un bebé gigantesco, el hombre estaba deforme de
rostro, su ropa estaba ensangrentada. ¿Quién era ese extraño hombre que se
metió en su casa? El olor era casi insoportable, tapé mi boca para no gritar
cuando vi a un costado de ellos el cuerpo destrozado de Antonio, el esposo de
Luz, este tenía el pecho y el abdomen abiertos, como si un animal lo hubiera
desgarrado. El terror se apoderó de mí, comencé a dar pequeños y silencios
pasos hacia atrás, la madera del escalón al crujir me delató, Luz giró
rápidamente la cabeza hacia donde estaba parada, me quedé tiesa al ver su
rostro tan golpeado y desesperado.
–
No te marches aún… Te necesito… Él no va hacerte nada, está
profundamente dormido, ya comió lo suficiente – me dijo.
No supe qué decir, sólo comencé a
temblar. Me arrimé lentamente, su cabello estaba mojado en sangre y su rostro
pálido. Le acerqué un poco de agua, la tomó desesperada, el hombre en sus
faldas continuaba con el dedo en la boca, ella lo mecía para que no se
despertara, temía que me dañara.
–
Tranquila, Luz, voy a ayudarte – le dije llorando, revisé el
perímetro con mis ojos nervioso, quería buscar algo para golpearlo, así Luz y
yo escaparíamos.
–
Ya nadie puede ayudarme… No busques con qué matarlo, míralo
bien, debe medir más de un metro noventa, no morirá fácilmente, te matará antes
de que te des cuenta – me contestó.
–
¿Acaso piensas quedarte sometida a él? ¡Va a matarlo! Fíjate
lo que hizo con tu esposo – le dije y levanté una pala en lo alto, le golpearía
directamente en la cabeza.
–
¡No lo hagas, Amparo! No va a funcionar, sé lo que te digo,
los disparos en su espalda cicatrizaron pronto, le di tres puñaladas en sus
piernas y apenas las sintió, va a matarte, quédate quieta y escúchame… No me
debe quedar mucho tiempo, necesito que permanezcas quieta y escuches bien lo
que te diré – dijo Luz, dejé la pala, el hombre lanzó un leve quejido y se
movió –. Necesito que le des cuerda a la caja de música, eso al parecer lo
tranquiliza – dijo Luz y comenzó con su relato.
Relato de Luz: “Él regresó a su hogar donde pertenece”
“Esto pasó hace unos tres días, eran cerca de las cuatro de la mañana
cuando unos gritos desgarradores me despertaron, venían del bosque, como si los
animales hubieran visto al propio diablo, salí de la casa y noté la figura de
un hombre que corría entre los árboles, seguido otra vez de los gemidos agudos
de los animales. Entré a la casa asustada, trabé todas las puertas y fui por la
escopeta que había sido de mi padre, me senté en medio de la sala desde donde
podía ver si alguien intentaba ingresar a la fuerza. El cansancio me venció y
me quedé dormida.
“Por la mañana la casa estaba cercada de
animales descuartizados, la empleada doméstica yacía frente a la puerta de la
casa, su cuerpo estaba tendido e inmóvil, ella llegaba a casa todos los días
cerca de la 7 am, salí para ver si podía ayudarla, pero era demasiado tarde, al
parecer su cuello estaba roto. De entre los árboles salió un hombre bañado en
sangre y me tomó del brazo, me olía y me abrazaba tan fuerte que mis huesos
sonaban, otra vez volvía a olerme, como si quisiera estar seguro que yo era
quien él había estado buscando, fue cuando llegó Antonio, no lo esperaba,
regresó antes de su viaje. Este engendro no le dio importancia a su automóvil,
yo sabía que mi esposo cargaba una pistola, Antonio lo sorprendió por la
espalda y le dio dos disparos, pero no le sucedió nada, sólo me soltó, dándome
el tiempo para correr y meterme en la casa desde donde observé todo. El hombre
lo tomó del cuello tan fuerte a mi esposo que se lo partió, yo me desmayé,
presa de un ataque de pánico. Al volver en mí estaba en el sótano, él me había
puesto sobre mi ropa uno de los viejos vestidos de mi madre, desde aquel día
que me grita palabras que no se comprenden, balbucea como un niño, creo que
regresó por alguien de entre los muertos y se equivocó de lugar, me dice: “mami
ya estoy en casa, mami, mami”… Es lo único que se entiende. Durante la noche me
trae animales muertos y quiere que se los cocine, está toda la noche gritando,
en varias oportunidades mama de mi pecho, no tienes idea la sangre que he
perdido ya, se cree un niño, y para dormirse quiere ser amantado mientras suena
la caja de música, y cuando la cuerda se termina se molesta”.
–
Amparo, ¡por favor, ayúdame! Necesito que hables con mi
madre, necesito unas de sus brujerías para que él vuelva al infierno, por
favor, ayúdame, me está matando lentamente, saca a mi madre del hospital, ayer
pude escribir un papel donde te autorizo para que la saques de ahí, este
maldito engendro del demonio al parecer conoce a mi madre, me colocó su
vestido, quizás la busca a ella y no a mí, necesito que encuentres a mi madre,
sé que esto quizás es mi culpa. Busca a mi madre en el hospital. ¡Por favor, ayúdame!
Ahora vete, está por despertar, siempre despierta hambriento.
Salí muy lentamente de la casa, cuando estaba
en la puerta principal escuché un grito de Luz, atravesé corriendo lo más
rápido que pude el bosque, podía escuchar sus gemidos cerca de mí, creí que me
alcanzaría y terminaría siendo su cena.
Por la mañana siguiente visité a Ángela
en el hospital mental, la mujer llevaba cinco años allí, había dejado de hablar
y padecía de depresión, pero iba a intentarlo, no había otra opción, la policía
no me creyó lo que sucedía en la casa de Luz. Mientras le relataba la situación
de su hija, ella sólo miraba por la ventana como petrificada, unas lágrimas
rodaron sobre sus mejillas, se levantó de la silla y cerró su puerta, al darse
la vuelta, exclamó con dolor.
– – No lo llames engendro, ¡no te lo permito! Él es… ¡Es su hijo! – dijo Ángela.
No
comprendí, Luz jamás había tenido un hijo. Le supliqué que me dijera que le
sucedía, por qué aquel engendro la torturaba. Ángela se cubría el rostro con
ambas manos, lloraba y se reía, después dijo.
–
Luz tuvo un hermoso y sano varón cuando tenía quince años de
edad, yo lo traje al mundo una mañana, ella no quería que nadie supiera que
esperaba un bebé de su antiguo novio, quería casarse con aquel hombre rico, yo
le ofrecí criarlo, pero ella prefirió oscurecer su alma enferma de codicia, no
dejé que se abortara aquel bebé, regalo de Dios, pero a ella poco le importo.
Aquella mañana en la que nació su niño, una tormenta asechaba en el pueblo,
comenzó su trabajo de parto en la habitación, corrí a poner una cacerola de
agua a hervir, a los pocos minutos regresé al cuarto, quedé dura del susto, mi
hija parecía haber sido poseída por el mismo demonio, gritaba como loca, las
paredes estaban chorreando sangre inocente, tenía al pequeño tomado de los pies
y lo aventaba contra la pared una y otra vez, destrozándolo, le provocó heridas
profundas. Ella había tenido tan silenciosamente a su bebé que no lo noté, fue
tan rápido el parto que era casi inexplicable, me tomó del cuello y me dijo que
jamás le dijera a nadie porque me mataría. Envolví al recién nacido en un paño
y corrí bajo la lluvia al bosque, él acababa de morir, quizás estaba a tiempo.
Junto al río, le pedí a los espíritus de la noche, le supliqué al amo de la
oscuridad que regresara, lo invoqué desesperada, recordé que mi esposo había
fabricado una pequeña cabaña donde se quedaba cuando salía a cazar. Llené las
heridas del niño con mis pócimas y hiervas, continúe conjurando al oscuro, y el
niño regresó a la vida. Allí cuide de mi nieto. Mientras crecía, noté que no
era de este mundo, su cuerpo era humano, pero su espíritu y su esencia no lo
eran, cuando mi hija me internó aquí no dejaba de pensar en él, lo llamé
Calisto. Mi pequeño Calisto debió de cuidarse solo estos cinco años, tenía
apenas doce años cuando ella me apartó de su lado, yo solía ponerle una caja de
música para que se calmara, ahora regresó a su hogar donde pertenece para
vengarse, el oscuro le dijo que era hora de conocer a su madre y seguir vagando
por la tierra de los vivos, saciar su hambre con cuanto ser vivo se le cruce –
dijo la anciana.
–
Pero… ¿Entonces no hay salida para Luz? Él mama de su pecho,
duerme en su regazo, mató a su esposo… ¿Por qué? – pregunté atormentada.
–
Quien muere de forma violenta se va con el oscuro, queda
aquí, entre ambos mundos, y todo lo observa. Luz se deshizo de él, y él ahora
acabará con ella, no hay remedio, su hijo la quiere a su lado, sólo se marchará
con ella, quiere tenerla junto a él para toda la eternidad. Créame, señorita,
no hay salida, lo he visto antes, yo misma le pedí al oscuro que lo traiga de
regresó para vengarme de mi hija por asesinar a mi nieto, por todas las veces
que me golpeó, por mi nieto, mi pequeño que no tenía culpa alguna y no merecía
morir así… No intente hacerle daño, porque se las verá conmigo, sé que en
cualquier momento él vendrá por mí, sólo vivo para esperarlo, es mi nieto y lo
amo… Si yo fuera usted no regresaría a esa casa, sólo saldrá herida – dijo
Ángela.
–
Acabo de firmar su alta, señora Ángela, usted podrá ayudar a
su hija y llevarse a Calisto de regreso al infierno – le dije molesta.
– Entonces no hay nada más que hablar, regresaré a casa y seremos los tres juntos una familia feliz… ¡Gracias! Por favor, no regresé nunca más o me veré obligada a decirle a Calisto que nos proteja de usted – dijo Ángela.
No
podía hacer nada por ella, había asesinado a su recién nacido y este regresó a
su hogar, el engendro tenía veintidós años, pero su mentalidad era la de un
niño que buscaba afecto a la fuerza. Durante varios años desaparecieron algunas
personas, yo sabía que les había sucedido, el engendro lo había devorado. Pasaron más de veinte años hasta que
me atreví a regresar a su casa, pero oí gritos y me asustó entrar. Sólo espero
que la interminable pesadilla en la que mi mejor amiga está sumergida termine
de una vez, su historia la creerán una leyenda urbana, pero yo lo viví y fue
real.
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