Gótica Capítulo 3 "Las Tierras de las Sombras"


© Lucila Castro Díaz. Todos los derechos reservados, queda prohibido copiar, reproducir, o modificar cualquier parte de la siguiente obra sin previo consentimiento del autor.

Gótica

 

III

 

 

 

   Los fantasmas del pasado me visitan cada noche, y mi sombra desnuda se aferra a la tuya…

Se oscurece el sol en pleno día y la lluvia se convierte en tu silencio, las lágrimas del sol se esfuman por el valle de melancolía y las tierras del silencio y mi sombra desnuda busca refugio en tu recuerdo...

 

Diario de Helena Mendizábal Brand

 

 

Las Tierras de las Sombras

 

 

 Al cerrar la pesada puerta, me dejé caer. Apoyé mi cabeza en la madera, quería más que nada llorar, llorar en esta soledad agonizante, pero no podía. Era como si mi llanto se retuviera en mi garganta ¿Qué sería de mí? Apreté mis puños con fuerzas, mordí mis labios, pero nada no lograba llorar ni una sola lágrima ¡maldito destino el mío! Fue cuando me lamentaba de mi patética existencia, si es que aún tenía una, que alguien llamó a la puerta, las campanadas resonaban como ecos. Al abrir me encontré con un hombre que parecía estar asustado –. Disculpe señorita al parecer me he perdido en el bosque, buscó asilo para pasar la noche me dijo abriendo muy grande los ojos.

   No puedo ayudarlo, al igual que usted estoy perdida.

Unos extraños sonidos proveniente de la espesura del bosque me puso en alerta, los cuervos volaron, el hombre miró todo a su alrededor. Una figura oscura y sagaz salida de las profundidades del boque se acercó con rapidez. Era otro hombre al parecer, tenía un atuendo similar a una parca. Al llegar hasta mi puerta, alzó una guadaña y cortó la cabeza del pobre hombre que acaba de llamar a mi puerta, la cabeza rodó y el cuerpo se desplomó, la sangre nos salpicó. Por supuesto lancé un gritó tan fuerte que el extraño hombre de la guadaña se cubrió uno de sus oídos – ¡¿Eres nueva verdad?!  – prorrumpió.

¿Nueva? Creo que sí, aunque no entiendo porque cortaste su cabeza –exclamé temblorosa.

   Debía enviarlo al infierno, ya comprenderá señorita – dijo, hizo una reverencia y se alejó rápidamente sumergiéndose en la oscuridad del bosque.

 Me temblaba todo el cuerpo, no podía creer lo que acababa de pasar ¿por qué lo mató de esa forma tan violenta? Asustada ingresé a mi casa y trabé toda las puertas y ventanas. Me sentía extraña y cansada ¿Qué estaba sucediendo en este lugar? Observé el reloj de péndulo, marcaban las 7: 50 pm. Me eché sobre el sillón con el corazón destrozado por una tristeza que nacía desde el fondo de mi alma en pena y sin darme cuenta me quedé dormida o al menos creí dormir.

  Cuando regresé en mi estaba todavía más confusa. Aunque las ansias de llorar me habían abandonado, sólo me queda un sabor amargo, como si yo no fuera yo misma. Me levanté y me asombró darme cuenta que seguía siendo de noche, o más bien una especie de ocaso, igual que cuando me eché al sillón. Miré por instinto el reloj de péndulo, seguía diciendo 7: 50 pm. Definitivamente estoy perdida en el tiempo, mi reloj se detuvo cuando acepté trabajar para la muerte y esto es el más allá del que tanto hablan las religiones.

 Abrí el ventanal de par en par, el viento traía el dulce sonido de los animales nocturnos, era cierto había atravesado el velo, estoy en el reino de las sombras. No había remedio ni cura para mis males, heredé esta maldición, por eso al morir mi padre mis deseos de escribir eran tan fuertes, debía de ocupar su lugar en este sombrío reino. Lucho con todas mis fuerzas por no olvidar quien era, intentó repasar cada momento de mi vida. Recuerdo que mi esposo dormía, mi última noche en el mundo humano, me incliné, le di el último beso de amor en los labios. No quiero olvidarme de nada, pero es todo muy confuso, sé que al regresar caminé por el sendero que me llevaba directo a mi casa y luego no sé más. Encontré a la muerte en el camino y seguí mi destino heredado por mi padre, me enclaustré en esta antigua casa alejada de todo, muy profundo en el bosque. Estoy en mi hogar, lo sé, pero no hay nadie, es como el fantasma de mi casa, o una visión oscura de ella, no sé bien, sé que estoy en otro plano, las tierras del silencio, el sendero donde transita la misma muerte, el delgado velo entre la vida y la muerte, las tierras de las sombras.

  Mis ojos me ardían constantemente, mi corazón humano comenzaba a morir lentamente, latía pausado, ¡Muy lento!

 Miles de recuerdos me asecharon, al fin logré llorar, un llanto ahogado, un llanto de tristeza mezclado con ira, sé que lloraré toda esta noche mis últimos lamentos de amor, y así en el amanecer podré recobrar la fuerza del no amar, sufriré y soportaré cada lágrima que derrame esta interminable noche fría, cada palabra de amor escrita en mis lágrimas para ya nunca más volver a ser una niña enamorada, para poder cumplir con mi condena, deberé dejarlo ir. A veces hay que aprender a perder, a veces hay que dejar ir a quienes ya no nos pertenecen, hay que aprender a exorcizar los dolores del corazón, los recuerdos que nublan el futuro, debemos dejarlos olvidados, aunque estos vuelvan una y otra vez como fantasmas. Mi sangre heredó esta maldición que me deja perdida en el tiempo, creí que la muerte terminaría con esta agonía, pero no. El pensamiento más exacto y la naturaleza más pura en mí no era más que el deseo de morir, pero me equivoque, la muerte no era el final era este nuevo comienzo, sofocada y confundida, dejé caer mi cabeza, un cuervo chirrió y se posó en el borde del ventanal, como si quisiera darme consuelo, me tranquilizó darme cuenta que un ave como esta no me temía, incluso me permitió tocarlo antes de volver a echar vuelo.

 Cuando cerré un ala de la ventana su molesta y perturbadora voz me sorprendió, la muerte, tenía sus piernas sobre el escritorio fumaba un habano, me miró sonriendo, detestaba su delgado y alargado rostro y su despreciable sonrisa –. Mi hermosa Helena, mi fiel escritora, ¿pretendes acaso engañarme?, sólo vas a empeorar las cosas, déjame decirte que tu situación es casi lógica para mí, pero ese amor que te queda no me sirve de nada, la vida es un destello, los sentimientos son efímeros, los humanos están hechos de pequeños momentos felices por eso se aferran a la vida, me abruma no poder confiar en ti, por eso debes permanecer aquí, aún no dejas esa poca humanidad, te habita querida dama, el amor te habita, libéralo y todo habrá pasado –me dijo la muerte con su sonrisa burlona. Se levantó y caminó hacia mí, giré para darle mi espalda con eso enseñarle mi desprecio. Él se detuvo muy cerca, respiró inclinado en mi cuello –. Todavía hueles a humano, se percibe ese aroma tan particular, aroma a vida, parecido a los brutos en flor, digamos a la flor de azahar que pronto se convertirá en una deliciosa y dulce naranja, o una amargo limón.

   El murmullo de mi insomnio, es el eterno eco de todos mis recuerdos pasados le dije confundida frunciendo el ceño y mirando hacia el bosque.

   Te resistes a dejar tu humanidad, escribe y esos susurros que torturan tus pensamientos van a desaparecer, esos murmullos podrían enloquecerte y hacer que quedes perdida para siempre sin saber que eres exclamó la muerte. Caminó hasta el umbral de la puerta . No cruces el umbral mi querida Helena, si amaste a tu vida y tus recuerdos es mejor para ti que los dejes ir, y sabes que es contra las reglas por ahora salir de tu casa, reglas que te impuse, estas cambiando.

   No te burles de mí, sé que ya no pertenezco a ese mundo ya no podré regresar al mundo humano – dije con molestia y giré para mirarlo directamente a los ojos.

   No me burlo de usted estimada señora – me agarró la mano derecha y puso la izquierda en mi cintura, comenzó a cantar y a hacerme girar con rapidez –. Oh, mon amour je te trouve toujours dans l'ombre… ¡bailemos! maintenant que la mort chante une douce chanson – a medida que me hacía girar sentía que me mareaba cada vez más, sentía que me desvanecía, le quité su mano de mi cintura y me dejé caer sobre al sillón.

   ¿Helena te has fatigado?

   Nunca más pronuncies mi nombre, ya no soy esa mujer – dije molesta.

   De acuerdo, ahora eres Helen o prefieres Gótica, me recuerdas a la belleza del arte gótico, eres delicada y lánguida.

   Helen es igual a decirme Helena, prefiero Gótica, sobre todo por el estilo de mis ventanales, eso me hará olvidar completamente mi nombre de humana.

   De acuerdo, así será.

    ¿Por qué asesinaron a ese hombre en la puerta de mi morada? ¿por qué mi reloj se detuvo? Necesito respuestas, te suplico dime que sucede aquí y conmigo.

   Muchas preguntas, ese hombre ya estaba muerto, sólo había que enviarlo al sitio que correspondía su alma, y el reloj, bueno digamos que aquí en el inframundo no hay tiempo, o si, pero no, el tiempo es destiempo, ¿se entiende? Digamos que es tiempo que ya no es tiempo, es tiempo muerto… ¡Ah me olvidaba!, te traje a alguien que te va hacer compañía en tus noches de encierro, está en la caja junto al escritorio, necesitas darle amor a alguien verdad, no puedo ser tan cruel contigo mi dama dijo y se marchó.

  Caí al suelo, puse mi cabeza sobre las rodillas, estaba mareada, demasiado confusa, mi mente parecía querer nublar mis recuerdos. Era un dolor extraño el que padecía, una agonía espiritual. Logré incorporarme y abrí la caja, había un gato negro muy pequeño, lo puse en mi falda, lo acaricié, sus ojos parecían mirar dentro de los míos. Miré la luna llena por mi ventana, la nostalgia me invadió por unos instantes, ¿este dolor era el fin de mi vida humana? – . Voy a llamarte Val el pequeño gato ronroneaba, lo dejé sobre el sillón frente a mí.

 Agarré el tintero y la pluma y comencé a escribir:

                                     Esta noche voy a escribir con mis últimos destellos de vida. Mis dedos se acalambran, mi piel empalidece, mi cabello está más negro que las noches sin luna, mis ojos se cristalizan, no siento hambre ni sueño, creo que me transformó en una extraña criatura de la noche que vive en estas melancólicas tierras del silencio. Recuerdo a mi padre escribiendo, acalambrado y delgado. Este lugar está iluminado sólo por velas, el tiempo aquí no transcurre, voy mutando, convirtiéndome en un ser oscuro y frío, por mis venas pronto sólo correrá tinta. Mi mascota, aquel gato negro que la muerte me obsequió es mi confidente, él entra y sale de ambos mundos. Empiezo a tomarle el gusto a los sonidos de la noche, comienzo a tomarle cariño a los seres que andan en el crepúsculo, son parte de mi nueva vida ahora, y reconozco los distintos murmullos.

 No sé por cuánto tiempo debo padecer esta agonía que me tiene cautiva sirviendo a la misma muerte, narrando sus historias, soy su esclava ahora, ¿qué puedo hacer?  ya es tarde para mí, qué más da, seguiré hasta que él decida que es mi hora, espero que llegue pronto, mientras intentaré tomarle el gusto a esta nueva vida, es más ya casi me gusta, mi piel esta fría siempre, no sé cuántos años pasaron tras el velo de la noche.

 Sé que él me observa desde alguna parte, lo siento a veces respirar, él anda suelto deambulando por cualquier lugar y puedes encontrarlo. Cierra con llave tus puertas y reza por tus pecados, abraza mucho a tus seres amados, no olvides que una de mis historias puede ser la tuya, aquí estoy para convertirla en tu realidad. Él me llama “Gótica”, es la forma de identificarme, es mi nuevo nombre, gótica, la dama de luto, una criatura más de la noche, aquella que dejó de ser humana para transformarse en inmortal, aquella que dejó de soñar para complacer y pagar un error del pasado, aquella que conoció a su alma gemela y debió abandonarla, ama la vida porque la muerte tarde o temprano irá por ti, estás en su lista, camina bajo la luz de la luna buscándote, él es la muerte.

 Soy una parte importante de las penumbras ahora, lentamente fui perdiendo mi esencia humana, pronto seré una mujer fría que vive y redacta tus locuras, perdida en la noche eterna, en el inframundo donde se alimentan los ángeles y demonios de los seres humanos, aquellos que día a día se posan en tu hombro para incitarte a errar, sólo narro tus miedos y ambiciones, llámame gótica, ese es mi nombre ahora y empieza agradarme”.

Diario de Helena Mendizábal Brand

 

 


La Iniciación

  

  Eran las cuatro de la madrugada, cuando salí ebrio de aquella sucia y oscura cantina, me caí en la esquina vencido por la borrachera justo a la plaza principal del pueblo. Todo daba vueltas en mi cabeza, miré el viejo y el amplio cielo con algunas estrellas centelleando, las advertí tan lejos y frías que me provocó nostalgia, la luna llena, redonda y perfecta me iluminaba. Intenté sentarme y no lo logré, me puse de costado fatigado, comencé a vomitar a tal extremo que parecía que mí corazón vomitaba también junto con todos mis órganos, me alivió por un momento. Unos perros vagabundos comían basura junto a mí, no pude incorporarme, pero ansiaba un trago más, mi vida era lamentable.

  Cerré los ojos. Creo que me dormí quizás unos minutos porque oí voces desconocidas. Intenté ver quien era, pero comenzaron a golpearme pidiéndome el dinero que traía, la sangre que brotaba de mí nariz corría hacia mi boca, me estaba ahogando, no pude evitar reírme de en mi desgracia, ser atacado por rufianes era lo único que me faltaba esa noche, fue entonces cuando escuché un fuerte grito ¡Caballeros! Dejen al señor era una voz extraña, pero apacible.

Pensé que había muerto por la golpiza, me sentí levitar por unos instantes y me causo todavía más gracia. Los hombres que me golpeaban huyeron despavoridos como si hubieran visto al diablo en persona. Pensé en alzar la cabeza para ver a quien pertenecía aquella voz. Me salvo la vida, pero entre los golpes que había recibido y la borrachera mis ojos se nublaron. Aquella voz tomó forma al acercarse a mí, era un hombre que me extendió la mano.

   No hay que andar a estas horas de la madrugada solo – dijo amistosamente.

   Gracias por ayudarme.

 Me senté en uno de los bancos de la plaza a descansar mi fatiga, llevaba varias noches casi sin dormir, bebiendo, apostando y pagando a una que otra meretriz. Agarré el pañuelo de mi bolsillo y limpié mi nariz. El hombre se sentó a mi lado. Lo miré con detención al tenerlo tan cerca, me enseñó una pequeña sonrisa en nuestra de amistad. ¡Sí que era extraño! Su piel era tan blanca a tal punto que podían verse aún en la sombría noche, unas venas hinchadas en su frente y en su mejilla, su cabello parecía de seda, lacio y brillando ante la pálida luz de la luna llena, caía en sus hombros y constantemente lo acomodaba detrás de sus orejas, sus ojos eran grandes y claros, parecían casi cristalinos. Debo confesar que su aspecto imponía un poco de temor, pero a su vez seducía.

   ¿Qué lleva a alguien joven como usted a refugiarse en el alcohol? – me preguntó mirando el amplio cielo de una noche de estío.

   ¡La vida apesta!... El deseo de alejarme lo más que pueda de mi realidad es más fuerte que mi voluntad estimado señor – guardé mi pañuelo ensangrentado en mi bolsillo –. Me gustan las mujeres, el alcohol, la morfina y la delicia del opio, si esta combinación le sumo las apuestas, estoy feliz, he bebido con peligrosa intensidad los últimos seis años de los cuarenta y dos que he cumplido – el hombre me miraba de soslayo daba la impresión que no deseaba que le prestara atención a su rostro–. No tengo que trabajar puesto que soy único heredero de una gran fortuna, la cual estoy echando a la basura cada vez que juego en una mesa, creo que sólo buscó encontrarle gusto a la vida. El magistral y estimulante rito del ajenjo es de mis favoritos respondí y encendí mi cigarro.

   Hay que andar con cuidado en la noche, puedes encontrarte con personas indeseables me dijo sonriendo macabramente.

   Deberíamos regresar a la taberna, le invito una copa por salvar mi vida de esos rufianes, no va arrepentirse… ¡Yo invito caballero! exclamé delirante.

   ¿Cuál es su mayor anhelo? Digo más allá de este gusto especial por los estimulantes me preguntó.

   Diría que no morir, le resultará extraño si te digo que en muchas oportunidades intenté vender mí alma al diablo, pero ni el diablo me quiere, quisiera la inmortalidad, ¡sí eso merece un trago! pero mi dinero no puede comprarla, hablo de la inmortalidad.

   ¿Jamás amó a una mujer? Es el peor de los castigos – me dijo el hombre y suspiró con tristeza.

   ¡No jamás! Sabe algo estimado caballero, en ocasiones escribo poemas para intentar sanar mi alma intoxicada, mi perversidad no tiene cura al parecer, pero los poemas, me mantienen cerca de la única mujer buena que he conocido en esta miserable vida exclamé con algo de melancolía en el tono de mi voz.

    ¿Y quién era esa dama?

   Mi madre – respondí con nostalgia.

   Es mi caso señor Abel, amo a la peor de las mujeres que deambulan en la noche me dijo mirándome a los ojos.

   ¿Cómo sabe usted mi nombre? No se lo he dichopregunté asombrado.

   No temas, el miedo está dentro suyo, aunque usted diga no sentir miedo, sino cual es la razón de su deseo de inmortalidad, su deseo vine de su miedo a morir. Sé su nombre y mucho más sobre usted, puedo leerlo como a un libro, me basta con mirar sus ojos, sé que eres ambicioso, te gusta herir, vives sólo en una mansión fría de paredes húmedas – el hombre cambio el tono de su voz a uno más elevado.

   No entiendo como sabe tanto –me sentía confundido.

   Tu madre abandonó a tu padre y el murió por pena de amor, ella era poeta, el un famoso artista, por eso te juraste a ti mismo jamás amar a ninguna mujer, tu hermana murió de peste al igual que su hijo, piensas que todos a tu alrededor siempre morirán aquel extraño hombre estaba atormentándome, cruzó sus piernas y prosiguió, me dejó sin habla . Te sientes tan solo que cubres tus necesidades con alcohol, cigarros, drogas y prostitutas, en realidad eres una persona frágil y temerosa, le temes tanto a la muerte que por eso has buscado cientos de maneras de ser inmortal, y el dinero no compra la inmortalidad mi querido amigo en eso no se equivoca – dijo el hombre con un gesto de grandeza.

   ¿Quién eres? ¿Quién te dijo todo eso de mí?... ¿Acaso al fin encontré al diablo? ¿Qué necesitas de mí? le pregunté ansioso casi se me quita la borrachera, sus palabras eran muy exactas.

    ¡Muchas preguntas! Mi nombre no importa, cuando entras a este mundo oscuro ya no tienes nombre, lo olvidas quizás, como olvidas toda tu vida, o simplemente deja de importarte porque tu existencia es eterna, y ciertos recuerdos envejecen y mueren, a veces me llaman Dante, no sé si es mi nombre o si a ella le gusta ponernos nombres.

   ¿Ella? ¿Quién es ella? – pregunté interrumpiéndolo.

   Lo que puedo decirte es que fui contaminado con muerte, soy una muerte súbita, un ángel oscuro de los muchos que deambulan en el crepúsculo, un empleado más de la parca, somos muchos, ella te guía, te asigna tu lugar en la noche.

   Está usted burlándose de mí, un pobre alcohólico perdido, ¿Quién es ella?

   No me burlo, hablo de una mujer más antigua la existencia humana, me contaminó, me ha convertido en un ángel de la muerte, portador de la guadaña, le explico mejor para que me entienda, cuando me siento tan vacío por dentro y mi pena es profunda, mi suspiro termina con la vida de alguien, a veces cuando camino por la noche y suspiro tan hondo como si liberara mi condena, alguien siempre muere, no importa la edad que tenga, por eso me llaman la muerte súbita. Morí y nací de nuevo entre penumbras, las sombras son mi refugio, hubiera preferido ser un vampiro, al menos ellos no padecen de esta horrible melancolía, ellos son cazadores feroces.

   Yo puedo estar borracho, pero usted me habla de ángeles de la muerte y de vampiros, no se habrá escapado de un asilo de lunáticos.

   No sea grosero conmigo, o suspiraré pensando en su nombre, cuando lo vi supe que era el indicado me confesó la muerte súbita.

   ¿Indicado? Te confieso que me seduce ser una muerte, ser inmortal es mi mayor anhelo, hago lo que sea a cambio de serlo... ¿Qué debo hacer? le pregunté sonriendo, al fin había encontrado lo que tanto busqué por años o quizás hablaba con un loco, pero me arriesgaría.

   Ella me pidió que viniera a ti, percibió tu esencia humana diferente, quiere regalarte esta vida nocturna, vas a tener tu inmortalidad tan anhelada, tienes que internarte en el bosque donde la oscuridad es tan profunda que sólo las criaturas de la noche la habitan, donde ella, la parca, puede verte, y la encontraras esta noche, ¡buena suerte!, quizás nos crucemos nuevamente en la noche dijo y extendió su mano.

   ¿Esto no se trata de una broma caballero?

   No, sólo ve al bosque, allí te espera una vida inmortal – exclamó el ángel de la muerte. Agarré su mano con fuerza para aceptar su reto y volverme inmortal. Se levantó y desapareció en la oscuridad. 

  Mojé mi rostro con el agua de la fuente, estaba fría, intentaba quitarme un poco la borrachera. Me sentía feliz porque al fin había hallado la manera perfecta de ser inmortal, dejaría de ser un simple y frustrado humano. Respiré profundo, recordé a mi padre muriendo de pena, a mi madre desapareciendo en una noche tormentosa, a mi hermana morir tendida en su cama, y querido Tomás cuya muerte desgarró mi corazón humano, era como un hijo para mí. Toda mi vida había sido derrochar dinero, emborracharme y ser golpeado por provocar peleas callejeras. Era mi gran oportunidad de ser alguien importante, dejar de ser un don nadie, es difícil vivir siendo nadie, solo, sin que nadie vea en ti algo interesante, sin aspiraciones y fracasando siempre en todo, decidido afrontar mi destino me sumergí en el bosque buscando a la parca.

  La luz de la luna se filtraba por entre las ramas secas de aquellos árboles muertos del bosque, se escuchaban extraños sonidos noctámbulos, tenebrosos, más caminaba más me sumergía en la oscuridad. Unos murciélagos volaban muy bajo, llegué a un punto que no lograba ver nada, seguí caminando igual, mí respiración se agitó, y levanté mis manos para no chocar con nada, la oscuridad era total. En un momento el suelo se volvió rocoso, el viento se tornó frío, hasta que al fin vi un poco de luz, el bosque se tornó extraño, los árboles lánguidos, el suelo seco, los llaman las tierras de las sombras. Al fin la encontré, la mujer era hermosa, estaba sentada en un tronco junto al agua que corría mansa, su rostro estaba cubierto por su cabello, tenía el vestido subido, podían verse aquellas finas piernas perfectas, me acerqué lentamente. Al notar mi presencia corrió su cabello del rostro, me miró a los ojos, su mirada era tan penetrante que me provocó un poco de temor, a diferencia del ángel de la muerte que me guío hasta encontrarla sus ojos eran amarillos y grandes quizás demasiado para su rostro. Fue como ver una hermosa ninfa, una encantadora hada oscura, tenía el rostro fresco, su cutis blanco, sus rasgos delicados, parecía de porcelana, cincelada por los dioses o los demonios: sus labios eran finos y pálidos, su cuerpo contorneado, su cintura fina. Quedé completamente hechizado ante su presencia, se levantó de aquel tronco, sonrió dulcemente, caminó con sensualidad hacía mí, serpenteaba sus caderas como nunca vi en ninguna mujer al caminar, seguramente no superaba los cuarenta años.

   Te esperaba. Te daré la inmortalidad que tanto anhelaste, una muerte súbita te guio hacía mí, hay leyes que cumplir – me quedé en silencio contemplándola hechizado, caminaba a mi alrededor estudiándome –. Cada alma que me entregues te hará progresar, con el correr del tiempo, llegaras a estar entre mis favoritos, cada persona humana que sea tuya morirá al despuntar el alba no olvides eso, si deseas hacer el amor con una mujer humana morirá, no quedará contaminada como los hombres o mujeres que yo elijo para que sean mis leales ángeles de muerte, podrás conservar tu vida, puesto que no hay nadie importante, pero sólo por un tiempo, hasta que hallas mutado, para las personas habrás muerto – la escuchaba en silencio, sentía estar en un ensueño –. Podrás andar en la noche, no podrá darte ni un mínimo rayo de luz hasta que te transformes por completo, lo que anhelan todas las muertes, pero pocas llegan, mientras más almas me entregues más te acercaras a una vida nueva, así funciona hasta que el día menos pensado podrás tener tu vida entre los vivos dijo la parca y me miró a los ojos.

  Agarró mí rostro entre sus manos, me quedé sin palabras, me besó en los labios, dejó caer su vestido. Desnuda ante mí acariciaba mí rostro, desabrochó mi camisa, dio un suave mordisco en mí pecho . Sé que serás mí preferido, pero ¡cuidado! no soy tan dulce como parezco, respeta siempre mí ley…Hay algo en ti que me enloquece, no es tu virilidad, no es tu belleza, es tu esencia, tu alma, va a hacer por primera vez en mucho tiempo un honor para esta vieja muerte poseerte, que me pertenezcas sólo a mí, contagiarte con muerte, contaminarte me dijo mientras que me quitaba lentamente la camisa.

  Hicimos el amor sobre el musgo y las hojas secas, bajo los árboles. Mi cuerpo cobraba fuerza, una mezcla de sentimientos me atenuaban, los tenebrosos sonidos del crepúsculo nos envolvían en la más completa y fascinante oscuridad de la noche, bajo la luna testigo de mi nueva vida. Sentí escalofríos, calambres estomacales, ella posó su mano sobre mis ojos y la paz inundó mi alma, había muerto para renacer. Ahora soy la muerte súbita y estoy deseoso de saciar a mi creadora con las almas de los humanos.

 


 

 

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¡Gracias!


Continua Leyendo el Capítulo 4 "El Inframundo"




Comentarios

  1. Wooow cada vez capítulo me hipnotiza es maravillosa, gracias por dejar leerte, saludos

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    1. Gracias a ti por comentar. Qué bueno es saber que aún la lectura llama. Saludos.

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