La Casa de la Sra. Acher. Relatos de Horror de Halloween
Mi nombre es Lisa, quiero dejar escrito todo
lo que me sucedió 21 años en una noche de Halloween igual a esta, porque sé que
nunca más me verán con vida, voy a desaparecer como otros en este pueblo
olvidado por dios, hoy es 31 de octubre de 1994, es media noche, créame que lo
que leerán en este diario ocurrió de verdad.
Recuerdo que cuando era una
niña me encantaba la noche de brujas, con mis amigos Pedro y Lucas, solíamos
mirar las maratones de películas de terror, Halloween era la época favorita del
año, comíamos golosinas hasta que nos dolía el estómago, mis mejores amigos,
Pedro y Lucas ya no están entre nosotros, desaparecieron al igual que muchos
otros, nunca voy a olvidar aquella noche de Halloween cuando era adolescente.
Los niños y niñas en el pueblo de Albees no tienen mucho que hacer, más que
pasear en bicicleta, o explorar en los bosques, cualquier fecha festiva era
motivo de sobra para aprovechar y divertirnos.
Algunos salían a pedir dulces, se disfrazaban
y salían a las calles para recorrer el barrio y llamar a la puerta casa por
casa, pero nosotros ya estábamos grandes como para disfrazarnos y salir a
buscar travesuras. Había una casa cuya decoración era aterradora, los niños del
barrio no se atrevían a llamar a la puerta en la casa de los ahorcados, así le
decían a aquella aterradora casa, allí vivía una anciana solitaria, de la que
mucho no se sabe, lleva más de sesenta años en este pueblo, decían que había
perdido a su hija y su esposo en un incendió y que se instaló en Albees para
dejar todo su pasado atrás, también decían que ella se había escapado de un
hospital psiquiátrico, que pertenecía a
una sexta de adoración al diablo, en sí no se sabía nada, lo único cierto era
que había sido bibliotecaria en la escuela de estatal de la ciudad durante unos
veinte años, se había jubilado al cumplir los setenta y cinco, esto lo supe
cuando me decidí a investigar sobre su vida, parecía no tener pasado, se
hablaban muchas cosas sobre esta anciana, todos creían que era bruja, se llama
Edelmira Acher. En 1970 la habían acusado por la desaparición de una niña, la
habían visto caminar con ella cerca de la plaza, la anciana antaño solía sentarse en la plaza del
pueblo y repartir manzanas acarameladas, hasta que una tarde la vieron caminar
hacia su casa con Margarita la niña desaparecida hace mucho tiempo, pero
nosotros que ya habíamos cumplido dieciséis años de edad, no teníamos miedo de
la decrepita anciana, era débil y se ayudaba con una bastón para caminar,
realmente parecía ser una indefensa señora. La Sra. Acher decoraba la casa con
una fila de muñecos que figuraban ser ahorcados de diferentes tamaños con sus
cabezas cubiertas con tela arpillera marrón y los cuerpos envueltos en sábanas
blancas, así la llamaban a su casa “La casa de los ahorcados” a la gente le
gustaba tomarse fotos en su jardín por lo realistas que eran sus muñecos. La
vieja Sra. Acher, comenzaba siete días antes de la noche de brujas a colgar a
sus ahorcados y debajo de ellos ponía calabazas iluminadas, todo su jardín
delantero más allá de sus muñeco colgando
simulaba ser un cementerio, cuando llegaba el día de festejo, podían
verse 10 o 15 muñecos en fila por sus árboles hasta la puerta de su casa, donde
en la galería junto a la puerta principal colocaba solamente tres de ellos, los
más vistosos, sus mejores muñecos, eran aterradores, pero algunos niños todavía
golpeaban a su puerta para que les obsequiará una manzana acaramelada o
galletas decoradas.
A veces se la
podía ver en ocasiones sentada en el porche de la casa observando todo y pocas
veces hablaba con algunos niños o vecinos, mi madre me decía que la pobre
anciana era buena con los niños, que no sintiera temor de ella, que no tenía
nada que ver en la extraña desaparición de la niña años atrás, pero las
decoraciones de su casa eran demasiado espantosas como para cruzar por aquel
jardín lleno de calabazas y ahorcados. Aquella tarde mientras mi madre me
maquillaba se me ocurrió preguntarle la edad de la Sra. Acher, ella me
respondió que nadie sabía con precisión cuantos años tenía, que ella de niña
llamaba su puerta, que ya era una mujer mayor pero que ahora lucía muy
diferente.
Me encontraba de pie frente a su casa mirando asustada
sus decoraciones que se balanceaban con el viento desde sus siniestros y
raquíticos árboles, Pedro me había dicho que nos encontraríamos allí para ir a
la casa de Lucas, los planes eran comprar unas pizzas y ver la maratón de
películas como todos los años.
- Llegaste temprano – Dijo Pedro.
- Dicen que la vieja pone muchos ahorcados para evitar
ser descubierta, que cada siete años uno de estos ahorcados son la ofrenda a
Satanás para que le dé más años de vida – Le dije a Pedro sin quitar mi vista
de los aterradores muñecos.
-No le sirve de mucho, quien va a querer vivir tantos
años siendo un viejo que casi no se puede mover – Dijo Lucas interrumpiendo.
- Te enseñaré que no tienes por qué tener miedo de
esta vieja – Dijo Pedro y abrió sus puertas de hierro para ingresar al jardín.
- ¡No golpees ahí! - Le grité, pero no quiso hacerme
caso.
Lucas lo siguió, me quedé ahí observando a mis amigos
atravesar entre las filas de ahorcados, atónita, asustada, llamaron a su
puerta, pude escuchar las campanadas, la Sra. Acher abrió, los hizo entrar en
su casa y cerró la puerta. Pasaron unos treinta minutos y no regresaban, pensé
en ir a buscar a la policía, pero esperé un poco más de tiempo en vano, comencé
a desesperarme. Pero cuando pasaron cuarenta minutos y ellos seguían ahí adentro,
de repente se oyó un grito espeluznante, seguro la vieja lo había asesinado,
sentía pánico, no supe primero como reacciones, los gritos eran atroces. Corrí
asustada seis largas cuadras, hasta mi casa pero mis padres no estaban, recordé
que ellos estarían en la fiesta de Halloween organizada para los adultos
entonces corrí a la casa de Pedro, cuando llegué golpee nerviosa la puerta,
pero nadie atendió mi llamado, al parecer no había nadie en la casa de mi
amigo, corrí por las calles buscando al agente de la policía, suelen dejar la
patrulla aparcada en la plaza para comer y vigilar a los niños del barrio en la
noche de brujas, pero era ya tarde, no tuve opción, regresé a la casa de la
Sra. Acher, quizás estaba a tiempo de
salvar la vida de mis amigos. Primero sentía que las piernas me temblaban
cuando intenté ingresar al jardín delantero de la casa de anciana Edelmira,
pero debía tomar valor quizás aún estaba a tiempo, quizás aún se hallaban con
vida, entonces abrí las pequeñas puertas de hierro y comencé a caminar, el
viento movía levemente la tela con la que estaban envueltos los ahorcados,
sentí escalofríos, tenía un miedo que casi no me dejaba pensar claramente en lo
que debía hacer, respiré hondo y seguí avanzando entre los espantosos muñecos,
el pavor me mantenía en alerta ya me encontraba frente a la puerta de la casa,
miré todo a mi alrededor, pensando en lo que haría, las decoraciones y velas
eran muchas, el cielo relampagueaba, en cualquier momento comenzaría a llover.
Escuché el rechinar de su pesada puerta de madera, me lancé al piso y me
arrastré para esconderme entre las frondosas plantas, la anciana salió de la
casa, se escuchaba claramente su bastón sobre el piso, arrastraba un poco los
pies, observé como pude, su cabello era blanco y largo, estaba encorvada, su
respiración agitada, puso una pequeña escalera y colgó su último muñeco
ahorcado, ahora eran tres los que
tenía frente a su casa, encendió en los
primeros escalones de la entrada principal unas velas, y exclamo - ¡Ya está
listo este es el último !- Comenzó a reír como bruja de cuento de hadas, se dio
media vuelta y me miró directo a los ojos, no sé cómo notó mi presencia, en sus
ojos parecía reflejarse las llamas del infierno, esos arrugados parpados se
levantaron para abrir bien grande sus ojos, tenía una mirada demoníaca de ojos
profundamente negros.
- Vete a tu casa niña, no me quedan ya manzana ni
galletas para darte - Dijo la anciana con una apacible y fina voz y regresó al
interior cerrando tras ella la pesada puerta.
Subí las escaleras hasta la entrada, los ahorcados que
acababa de colgar en su porche llevaban puestos los zapatos de Pedro y los de
Lucas, el terror se apoderó de mí, la Sra. Acher, según se decía, cada 7 años
colgaba un ahorcado real, un niño del barrio que envenenaba con sus manzanas
acarameladas, niño que colgaba en las puertas de su residencia como sacrificio
humano al diablo, también habían desaparecido personas adultas, no podía ser
una coincidencia que hace sesenta años que las desapariciones habían aumentado,
se decía que la anciana era una bruja real que comía el hígado y el corazón del
ser humano que daba en sacrificio, así la decrepita Edelmira Acher vivía más
años, porque según se creía al ingerir la sangre y carne de aquellos a quienes
sacrificaba, recibía el poder ancestral
de sus víctimas.
- Yo les dije que no acudieran a su puerta – Me dije a
mi misma.
No permitiría que más niños murieran, quería
asegurarme de eso, se me ocurrió meterme en su casa y llamar desde ahí al 911,
antes que ella se deshiciera de los ahorcados. Revisé sus ventanas, una estaba
abierta, escalé y entré por ahí. La casa tenía un fuerte olor rancio, por
momentos era nauseabundo, estaba en penumbras, había entrado por la ventana de
su habitación, todos los muebles eran demasiado antiguos, tenía extraños
adornos por todos lados, eran como hadas con cuernos, sobre la mesa de luz
había unos dientes postizos, tenían sangre, me pareció extraño ver la cama
intacta, como si nunca durmiera ahí, ya que hasta tenía polvo, abría muy
despacio la puerta para salir de aquella lúgubre habitación, me encontré con
una pasillo, el pasillo estaba alfombrado de rojo, había cuadros, en ellos los
dibujos parecían sacados de la biblia, demonios cornudos tentando personas y
cosas similares, había cuadros de personas comiéndose pedazos de cuerpos
humanos, algunos de aquellos cuadros eran de canibalismo, estaban mal colgados,
chuecos y llenos de polvo, eran aterradores y espantosos. La casa estaba sucia,
descuidada, quería llegar a la sala de seguro ahí tenía el teléfono, el olor
pestilente a medida que avanzaba aumentaba.
Cuando ingresé al living, me asusté, en un largo
sillón gastado estaba la anciana Sra. Acher sentada con los ojos cerrados y la
cabeza inclinada, roncaba extrañamente, se había dormido mirando televisión, la
única luz que me permitía ver, sobre la mesa estaban los restos de lo que había
comido, un pedazo de carne casi cruda yacía en un plato, dos gatos comían de
aquel plato, noté unos ojos brillantes debajo de la mesa, me incliné un poco,
eran unos gatos que masticaba un pedazo de un brazo humano pude ver los dedos
masticados, mi corazón se agitó, el negro saltó desde el regazo de la vieja al
piso y maulló al verme, el pánico quería apodarse de mí, me contuve, ella sólo
movió un poco la cabeza. Al fin lo vi el teléfono, marcaría el 911, no diría
nada para no despertarla, era suficiente para que vinieran, ella debía decirle
a la policía donde estaban mis amigos, para no hacer ruido me quité los zapatos
lentamente, caminé en puntas de pies sobre aquella sucia alfombra, me movía muy
lentamente, tan despacio como podía, hacía pasos cortos para no perder el
equilibrio y caer, junto al teléfono había un espejo por el cual observaba a la
durmiente anciana, mis ojos temeroso observaban el teléfono con desesperación,
comencé a sudar, me até el cabello, la humedad y el calor en la casa me
agobiaba, al llegar a la pequeña mesa, miré a Edelmira por el espejo para no
darme vuelta, seguía en la misma postura y dormida, estiré mis dedos con el fin
tocarlo y agarrarlo, mi respiración se agitaba, cuando levanté el tubo del
teléfono me sentí feliz de haberlo logrado sin provocar ningún ruido, alcé mis
ojos para vigilar a la anciana y me estremecí al darme cuenta que ella estaba
de pie mirándome justo detrás de mí, me miraba, sus ojos pasaron del negro al
blanco como si se dieran vuelta sobre sus orbitas, por unos segundos se quedó
en silencio mirándome.
- ¿Qué haces en
mi casa? - Me gritó con su chillona voz y me agarró del cabello.
- Quieres robarme pequeña bribona… Ya verás lo que te
espera – Gritó la anciana con una extraña y gruesa voz sin soltar mi cabello,
por instinto me di media vuelta y la empujé con todas mis fuerzas, la Sra.
Acher se sostuvo de la mesa para no caer, corrí hacia la puerta de entrada tan
rápido como pude, sin darme cuenta no vi los seis escalones que había antes de
llegar a la puerta de madera y la alfombra levantada en el primer escalón me
hizo caer desparramada al piso, miré hacia atrás, la anciana parecía poseída
caminaba con rapidez a pesar de su bastón, y cuando estaba por llegar hasta mi
la oscuridad le ganó, bajó el primer escalón y en el segundo su pie se torció y
cayó al piso, su cabeza se golpeó con demasiada violencia contra la puerta de
madera y consecutivamente en el suelo, ahí se quedó tiesa. Temblando me acerqué
lentamente, su boca y sus ojos estaban abiertos, de su oído derecho comenzó a
salir sangre, tomé su pulso, estaba muerta, el terror se apoderó de mí, comencé
a temblar, me levanté, intenté abrir la pesada puerta, pero su cuerpo me lo
impedía, volví a tomarle el pulso, estaba muerta, abrí el ventanal, la observé
por última vez y salí de la casa.
Caminé por la calle abatida, todavía en shock, había
provocado la muerte de la anciana, cuando llegué a mi casa, escuché las voces
de mis amigos llamándome, me di vuelta y ahí estaban, Lucas y Pedro, riéndose
de mí, estaban descalzos.
-
Le
pedimos a la vieja que les pusiera nuestros zapatos a los ahorcados, le dijimos
que sería una broma pesada para alguien y ella aceptó, no es mala la vieja
hasta nos ofreció unas galletas que estaban muy buenas – Dijo Pedro y se reían
de mí.
-
¿Dónde
estuviste, te buscamos? - Preguntó Lucas.
No les dije nada, permanecí en silencio, ingresé a mi
casa, nunca le dije a nadie que provoqué la muerte de la Sra. Edelmira Acher,
pasaron dos meses hasta que se supo lo que le había sucedido la noche de
Halloween a la anciana Edelmira Acher, la policía creyó que fue un accidente
doméstico, durante un tiempo la vi sentada en su porche con el cuello
ortopédico, ella nunca dijo que yo me metí en su casa, ahora lleva años sin
asomarse tan siquiera a su jardín, aunque sigue decorando su casa. Pasaron
varios años de aquella noche, en que maté sin querer a la anciana, porque les
juró que estaba muerta en su piso, lo comprobé. He decido dejar todo expresado
en este diario para que todos se enteren que la Sra. Acher cada siete años,
asesina a alguien del pueblo, siete años después de aquel incidente desapareció
Lucas nadie sabe de él, siete años después desapareció Pedro, su familia
todavía lo busca, quizás la anciana pensó que le dije todo lo que vi aquella
noche, y ahora pasaron siete años de la desaparición de Pedro, y sé que me toca
a mí, la Sra. Acher está llena de ira y sólo quiere cobrar venganza saciar su
hambre, sé que ella vino por mi esta noche, alguien llamó a mi puerta y al
abrirla estaban mis zapatos de cuando era adolescente, fue una señal de que
vendría por mí, ya no soy una niña pero fui quien causo su muerte una vez,
ahora estoy encerrada en esta habitación, al apagar la luz esta noche, mientras
buscaba el sueño en mi cama, escuché en la oscuridad de mi cuarto el sonido de
su bastón contra el piso y su agitada respiración, su olor rancio, salté de la
cama y ella ahí la vi, sus ojos profundos y negros me observaban, tenía entre
sus manos la misma cuerda que utilizaba para ahorcar a sus muñecos en los
árboles, sé que ese será mi destino, va a estrangularme y a comerme, seré su
cena, ahora escuchó sus golpes en la
puerta en cualquier momento va entrar en esta habitación, sólo ruego a dios que
encuentren este diario si desaparezco, la Sra. Acher no es una bruja, tampoco
es humana, no sé qué es con precisión, su fuerza es extrema, quizás sea el
hecho de comer carne humana cada siete años que la mantiene con vida eterna, yo
la vi morir, y escuché unas extrañas voces salir de sus labios, quizás la
anciana esta poseía por el diablo, siempre supe
que ella vendría por mí, yo sabía su verdad, que no era de este mundo. Sus
goles cada vez son más fuertes, parece que juega conmigo, del otro lado de las
puertas, enseñándome que no es humana, de su boca salen gruñidos que me
atormentan, quiere llevarme, siento
pánico y ella lo sabe, puedo escuchar sus risas y gritos, repite – Sal de ahí
pequeña bribona, todos tenemos hambre -. Escucho el crujir de la madera de la
puerta, cada vez más cerca, dos golpes más y todo habrá terminado para mí.
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